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¿Se ha aprovechado el potencial de los jóvenes?

De acuerdo con los datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL, 2017), 44.3% de las y los jóvenes viven en condiciones de pobreza.



Por: Daniela Dorantes Salgado


En México hay más de 38.3 millones de jóvenes de entre 12 y 29 años, quienes representan el 30.6% del total de la población en nuestro país. Y es común escuchar frases reflexivas sobre el potencial de la juventud, tales como: “las y los jóvenes son el futuro” o “son la fuerza que moverá a México”. Sin embargo, nos hemos preguntado, ¿qué está haciendo el Estado mexicano para efectivamente aprovechar el potencial transformador de la juventud?

Si bien, ha habido esfuerzos sustantivos por parte del Gobierno, aún hay varias brechas que vencer. Particularmente en lo que refiere a la pobreza, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL, 2017), 44.3% de las y los jóvenes viven en condiciones de pobreza. Situación que además se agrava, dado que, aunque el Estado ha invertido en educación, no ha logrado dar plena garantía al derecho a la educación: más 700,000 jóvenes abandonan la Educación Media Superior año con año (Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, INEE, 2017). Lo cual, limita sus posibilidades para ejercer otro tipo de derechos y romper con el ciclo intergeneracional de la pobreza.


La decisión de abandonar los estudios se encuentra altamente determinada por el contexto y las situaciones que enfrentan las y los jóvenes. Entre los factores que inciden en el truncamiento de la trayectoria educativa encontramos en primer lugar las de índole económico. Y, en segundo lugar, todas las que corresponden al propio sistema educativo: disgusto por estudiar, problemas para entender a los maestros, lejanía de la escuela, reprobación, entras otras. Las cuales, dejan de manifiesto que la educación no ha logrado ser lo suficientemente pertinente para las y los jóvenes.


Esta crisis del sistema educativo repercute en otros aspectos de la vida de la juventud, ya que al no concluir la media superior tienen menos posibilidades de encontrar un empleo formal bien remunerado. Hoy en día, 6 de cada 10 jóvenes que logran trabajar lo hacen en un empleo informal con salarios bajos, inestabilidad y sin seguridad social (STPS, 2018).

Y existe otro subgrupo, los mal llamados ninis, que en México representan el 22% del total (OCDE, 2016) y ellos, además, enfrentan dos riesgos muy importantes: son más propensos a ser víctimas o perpetradores de la violencia. Existen diversos estudios que efectivamente correlacionan positivamente la proporción de jóvenes que no estudian ni trabajan con la tasa de homicidios en México (De Hoyos, 2016).


Así que programas que estimulen que las personas jóvenes vuelvan a estudiar o encuentren un empleo digno efectivamente promoverán el desarrollo del país o sus regiones, así como la reducción de la violencia. Sin embargo, esta teoría de cambio se invalida cuando el programa incluye solo transferencias económicas o excluye a todos los sectores involucrados en la problemática.


En Servicios a la Juventud A.C. hemos trabajado desde 1985 con más de 500,000 jóvenes en distintas situaciones de riesgo y podemos atestiguar que para que ellos accedieran a una vida más plena y llena de oportunidades fue necesario desarrollar intervenciones integrales. Mismas que consideran al menos tres componentes comunes:


- En lo personal, el o la joven debe definir sus metas, que sirvan como faro para enfrentar las turbulencias de alta mar;

- En lo educativo, no basta con que se les brinden oportunidades de capacitación técnica o formación académica, sino que es necesario desarrollar en ellos sus habilidades sociales, que les permitan interactuar de mejor manera con su familia, su entorno y el mundo;

- En lo social, si bien las personas jóvenes podrían tener el ímpetu para romper todas las barreras que se le presenten, lo cierto es que hemos aprendido que para que ellos alcancen sus objetivos es necesario también construir una red de apoyo, que entienda la importancia del trabajo colaborativo y que adquiera un alto compromiso por las juventudes.


Para lograr que intervenciones complejas como las que desarrollamos tengan éxito es necesario seguir apostando a la institucionalización de los procesos, en donde haya claridad de cómo y en qué medida todos sumamos a la resolución de este problema público. SERAJ ha aprendido con los años, que es necesario crear manuales, currículas y evaluar los procesos para seguir mejorando, y así, tener más posibilidades de aprender de lo ocurrido y ponerlo al servicio de los demás.

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